La paz os doy

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Jn 14, 23-29

Imagen de Pixel2013 (Pixabay)

 

0. TEXTO (leer los versículos enteros)

Jesús respondió:

– «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que vosotros escuchasteis no es mía, sino del Padre que me envió. Yo os digo estas cosas mientras permanezco con vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, os enseñará todo y os recordará lo que os he dicho. Os dejo la paz, os doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No os inquietéis ni temáis! Me habéis oído decir: «Me voy y volveré a vosotros». Si me amaseis, os alegraríais de que vuelva porque el Padre es más grande que yo. Os he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, creáis.»

1. SITUACIÓN (explicación breve del texto)

En este discurso de la última cena cabe destacar varios aspectos. El primero de ellos es que vivamos conectados a nuestra Fuente. Dios siempre nos habita, el asunto es que el otro polo de la relación, cada uno de nosotrxs, esté abierto a la conexión para que la luz se encienda en nuestra vida. En ese sentido, “vendremos a él y haremos morada en él”, ya Dios está presente. Como diría San Agustín: “Interior intimo meo” o como dice San Pablo: “En Dios vivimos, nos movemos y habitamos” y “Somos Templos del Espíritu Santo.”

En segundo lugar, el Espíritu, el defensor, el que nos habita “os enseñará todo y os recordará lo que os he dicho”. Su Espíritu habita toda la realidad, como nos recuerda el Génesis: “La tierra era un caos y el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas». Dios lo habita todo. Por eso Dios, el ser humano y el cosmos, diría Panikkar, quedan abrazados. La realidad es relación. Ese Espíritu de Dios habita todo pero no se agota en esa relación.

Y por último: «Mi paz os dejo, pero no como la da el mundo» (que la vivimos como ausencia de guerra, como ausencia de enfermedad, como ausencia de dolor, como ausencia de oscuridad, etc.) sino la que da Jesús que no depende de que todo vaya bien. Es la paz que se puede vivir en el conflicto, en la enfermedad, en la inseguridad, en la guerra. Es SU paz, que nadie ni nada nos la puede quitar cuando habitamos en Él.

2. HACEMOS SILENCIO (Ahora comenzamos propiamente la oración)

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE (revivo la escena): VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Entro en el texto, en el mismo escenario de la Cena, en ese espacio de intimidad, a la luz del candil de aceite, en ese ambiente de emoción contenida, reunido con Jesús, los Doce y muy posiblemente con las mujeres que lo seguían… Me uno al silencio de la noche y la emoción del presente… Me tomo mi tiempo… Descubrimos que es el tiempo en que Jesús abre su corazón a los suyos… entre los que me encuentro… Saboreo el momento.

Recuerdo que Jesús nos ha hablado del mandamiento nuevo… Miro la atención que prestan  los suyos… porque tienen la experiencia de haberse sentido amados hasta el extremo… Y ahora Jesús les dice “si estáis llenos del amor, también me amaréis y seréis fieles a mi palabra”… Hay un asentimiento expreso, así percibo que lo viven los apóstoles y así deseo vivirlo también yo… Agradezco la oportunidad de estar presente… Deseo de corazón vivir así mi unión con Él…

Sigue Jesús: “Al que me ama iremos a Él el Padre y Yo y haremos morada en él”… Miro como los suyos le han ido haciendo sitio en sus vidas, con buena voluntad y con corazón y en la medida de sus posibilidades… Veo cómo conectan, como se sienten unidos a Él… Les miro y deseo también poderlo vivir desde mis mejores deseos y mis limitaciones… ¿Cómo me siento?… Me tomo mi tiempo.

4. JESÚS Y YO.

Le sigo escuchando a Jesús con toda atención. “Ya no seguiré con vosotros… pero os enviaré el Espíritu Santo… la Fuerza del Padre a vuestras vidas… así lo experimentaréis y aprenderéis a hacer frente a las nuevas situaciones con las que la vida os sorprenda”… Comprendo que será mi brújula, mi intuición profunda, mi corazonada para situarme conectado con la realidad… Le doy gracias de corazón… Repito sus palabras para que se graben en el corazón…

En esa escucha sigo haciendo mías sus palabras: “La paz os dejo, os doy mi paz pero no como la da el mundo”… Voy intuyendo qué clase de paz es. Le pregunto a Jesús si su paz es aquella que nos habita y que me habita, que nadie me la puede quitar pese a los vaivenes de la vida, pese a los miedos que me atenazan, pese a situaciones duras que me desbordan… Me mira con aprecio y me responde que sí… Me tomo mi tiempo para disfrutar de esa paz…

En esa situación de intimidad con Jesús y los suyos, me mira con especial atención y me desea: “Que vayas acertando a vivir en esa paz que proviene de nuestra relación de confianza”… Le cuento alguna vez que la he vivido así, cuando he tomado una decisión que he sentido era la verdadera pero que me iba a traer dificultades, o soledad, pero he vivido con paz sus consecuencias… Le doy gracias por su presencia permanente en mi vida sobre todo en esas situaciones… ¿Cómo me siento?…

5. COLOQUIO.

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

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