Los prejuicios (para no cambiar)

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Mc 6, 1-6

Imagen de Pixabay

 

0. TEXTO (leer la parábola entera).

Jesús se fue de allí a su propia tierra, y sus discípulos le acompañaron. Cuando llegó el sábado comenzó a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oír a Jesús, se preguntaba admirada: «¿Dónde ha aprendido éste tantas cosas? ¿De dónde ha sacado esa sabiduría y los milagros que hace? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no viven sus hermanas también aquí, entre nosotros?»

Y no quisieron hacerle caso. Por eso, Jesús les dijo: «En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra, entre sus parientes y en su propia casa.»

No pudo hacer allí ningún milagro, aparte de sanar a unos pocos enfermos poniendo las manos sobre ellos. Y estaba asombrado porque aquella gente no creía en él. 

1. SITUACIÓN, explicación breve del texto.

El pueblo donde se crio Jesús, Nazaret (cuya traducción significa «la flor»), se ubica en una pequeña colina, con una población de en torno a 100 habitantes y una sinagoga. Se conocen todos. Cada uno tiene su mote y su fama. Muchas veces se llevan demasiado las cuentas unas familias a otras, unos clanes familiares a otros… «herri txiki inpernu haundi» (que quiere decir: «pueblo pequeño infierno grande»).

Sus convecinos tienen muchos prejuicios hacia él, le conocen desde pequeño. Saben que ha ido al Jordán donde Juan el Bautista y desde entonces algo ha cambiado. ¿De dónde saca esas ideas? O es de Dios y es un profeta, o es del Mal y entonces tiene tratos con el diablo. Más bien tiran para mal: para cuestionar y desconfiar.

Si hubiera ido a la escuela de los rabinos y se hubiera formado como San Pablo, por ejemplo, o en la escuela del fariseo Gamaliel, sería otra cosa. Lo mismo le sucedió a Jesús con los “entendidos»: El ser de un pueblo perdido, de campo y no de ciudad, el no tener estudios, el tener que ganarse la vida con sus manos, el haber sido uno de tantos, fue algo que jugó en su contra. No le creyeron por sus orígenes, por ser un simple campesino.

Pero Jesús muestra que lo importante es la realidad, “por sus hechos los conoceréis”. Lo mismo cuando desconfiaban los judíos de él: “Las obras son las que hablan de mí». Además su propuesta es para cualquier persona, para los que son uno de tantos. Y así el cristianismo es universal, para ser comprendido y vivido por cualquiera. Vale con dejar entrar a Dios Amor en la Vida de uno y poner en práctica lo recibido. Nos lo recuerdan hoy la inteligencia emocional y también la inteligencia espiritual.

2. Ahora comenzamos propiamente la oración. HACEMOS SILENCIO.

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. VEMOS, ESCUCHAMOS, SABOREAMOS EL TEXTO. YO ME HAGO PRESENTE (revivo LA ESCENA). VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo en la escena como si presente me hallase. Jesús con sus discípulos. Les cuenta la vida de su pueblo Nazaret, la vida de sus vecinos, lo que les mueve y les motiva… el vivir al día, quiénes tienen problemas con todos, quiénes son respetados… aquellas personas que miran por todos y aquellas que necesitan ser perdonadas… Y yo escucho la vida del lugar donde se crio Jesús, con el resto de los niños del pueblo… Y me sitúo en el pueblo de Jesús, saboreando su historia, sus relaciones, sus motivos para vivir…

Acompaño a Jesús cuando va llegando a su pueblo con fama de persona que trae novedades interesantes y ha conseguido un cierto reconocimiento en Cafarnaúm, la cabeza de partido diríamos… Y le acompaño en la llegada a su casa, a casa de María… me fijo como va saludando a sus vecinos… Y a tantos con quienes ha compartido su vida, a quienes ha hecho algunos trabajos, a quienes ha ayudado a hacer algunos procesos de paz… y voy saboreando el reencuentro… me tomo mi tiempo…

El sábado veo que Jesús va a la sinagoga con sus discípulos, también me mira a mí y me anima a que le acompañe… llegamos tomamos sitio… y el jefe de la sinagoga le cede la palabra… Jesús toma el texto y lo comenta. Llega ilusionado para contar a los suyos más cercanos, lo que ha ido descubriendo en el Jordán y en el desierto con Juan Bautista… cómo Dios quiere traer nuevos tiempos para todos, que Dios se parece mucho más a un Abba que a un juez… yo escucho entusiasmado y me parece que los demás también… ¿Cómo me siento?… ¿Qué pido?

4. JESÚS Y YO. 

Y cuando Jesús termina de hablar comienzo a percibir un ambiente raro, empiezan algunos a comentar: “¿Dónde ha aprendido este tantas cosas? ¿De dónde ha sacado esa sabiduría y los milagros que hace? ¿No es este el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no viven sus hermanas también aquí, entre nosotros? Y no quisieron hacerle caso”… me quedo desconcertado… Me tomo mi tiempo para asimilar el rechazo…

Y Jesús me dice: “En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra, entre sus parientes y en su propia casa”… me doy cuenta de que le ha afectado… no se lo esperaba… y me sitúo junto a Él… Traigo a la memoria cuantas veces entre nosotros hemos preparado bien una actividad, una fiesta, una celebración… con mucha ilusión queríamos compartir cosas que nos habían ayudado y podían ayudar a otros… y nos han rechazado… y aprendo a asumir los rechazos con Jesús… ¿Qué pido? …

Jesús me cuenta “Hay cosas con las que uno tiene que ser consecuente. El vivir la vida desde lo descubierto en el Jordán en el bautismo, aunque lleve a dejar el trabajo, el oficio y el pueblo y la familia”… me doy cuenta de que es la vocación profética… escucho con suma atención… ¿Cómo me quedo? Y le cuento a Jesús como algunas personas que han sentido la vocación personal, o bien la llamada a recuperar la fe, les ha llevado a tomarse la vida de otro modo y en su grupo o han sido objeto de burlas o peor, les han hecho el vacío, o les han ridiculizado por no ser como todo el mundo, por no someterse a lo que se lleva… Y Jesús me anima, porque a veces a mí me pasa algo de eso… ¿Cómo me quedo? ¿Qué pido?

5. Y vamos terminando la oración con un COLOQUIO con Jesús.

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

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