Misión por mi cuenta

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Lc 5, 1-11

Imagen de Chanwity (Pixabay)

 

0. TEXTO (leer la parábola entera)

En una ocasión se encontraba Jesús a orillas del lago de Genesaret y se sentía apretujado por la multitud que quería oír el mensaje de Dios. Vio Jesús dos barcas en la playa que estaban vacías, pues los pescadores habían bajado de ellas a lavar sus redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó en la barca y comenzó a enseñar a la gente. Cuando terminó de hablar dijo a Simón:

– «Lleva la barca lago adentro y echad allí vuestras redes para pescar».

Simón le contestó:

– «Maestro, hemos estado trabajando toda la noche sin pescar nada; pero, puesto que tú lo mandas, echaré las redes».

Cuando lo hicieron recogieron tal cantidad de peces que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos fueron y llenaron tanto las dos barcas que les faltaba poco para hundirse. Al ver esto, Simón Pedro se puso de rodillas delante de Jesús y le dijo:

– «¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!»

Porque Simón y todos los demás estaban asustados por aquella gran pesca que habían hecho. También lo estaban Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón:

– «No tengas miedo. Desde ahora vas a pescar hombres».

Entonces llevaron las barcas a tierra, lo dejaron todo y se fueron con Jesús.

1. SITUACIÓN (explicación breve del texto)

La barca de Pedro ha sido muchas veces identificada con la Iglesia. Compara la pesca, su profesión, con su dedicación al evangelio, es decir, a convertir los corazones de piedra en corazones de carne y las condiciones de exclusión en situaciones de fraternidad. Para ello se dan varios pasos en el texto:

Primero, pasar de la superficialidad, de la zona de confort y de lo conocido a la profundidad: “Rema mar adentro”, a donde hay profundidad… Sólo remas a la profundidad exterior cuando hay profundidad en tu vida interior.

Segundo: «Echa las redes”… Pedro, un profesional de la pesca, pensó: «¡Uno de campo me va decir a mí, un pescador (arrantzale) de toda la vida que ha estado pescando toda la noche, dónde echar el copo y cuándo! Así como Pedro sabe el oficio de pescador nosotros sabemos el oficio de evangelizador. Hemos hecho cursos de formación y reciclaje. ¿Quién me puede decir cómo tengo que hacer o qué hacer?

Tercero: pero “en tu nombre echaré las redes”… Se fía de Jesús, se fía de su palabra. Así también  nosotros nos fiamos de esas palabras que oímos en nuestro interior y que no son cosa nuestra. Esas corazonadas, esas intuiciones, eso que resuena para mí. Pedro escuchó “echa las redes”. Se fio y surgió la pesca abundante. Desde esa confianza “os haré pescadores de hombres”. Se dice pescador de hombres a aquella persona que es capaz de sacar a alguien de un peligro grave. No depende tanto de las habilidades técnicas o habilidades pastorales, cuanto del ir conectado con Dios, en su sintonía.

2. HACEMOS SILENCIO (Ahora comenzamos propiamente la oración)

Podéis tener a mano los pasos del cómo hacer silencio copiados en una hojita juntamente con el texto del evangelio a contemplar hoy. (Si necesitas los pasos para hacer silencio detallados entra en: oración contemplativa).

3. ME HAGO PRESENTE (revivo la escena): VER, OIR, GUSTAR…

NOTA: Que los puntos suspensivos… sean el lugar donde pararse y contemplar (gustar y sentir).

Me sitúo en el Lago de Galilea, un día de sol, una brisa fresca… El lago en calma, con Jesús en popa después de haber estado animando a tanta gente acerca de cómo vivir con esperanza en ese tiempo de carestía, de problemas con los conquistadores romanos y con la carga de las leyes religiosas impuestas por las autoridades judías… Percibo por las reacciones de las gentes cómo van recuperando la esperanza… ¿Cómo me siento?… Saboreo el momento…

Escucho: “Pedro, rema mar adentro”… Y comprendo que se trata de ir hacia el lugar donde hay profundidad… Donde no hacemos pie… Donde no nos queda más que confiar… Veo que a los apóstoles les da miedo ir tan adentro porque si surge una tormenta es muy difícil llegar a la costa… Además a ese espacio profundo no están acostumbrados a ir, apenas lo conocen… A mí también me da miedo. Pido aprender a dominar el miedo… A vivir con Él porque Jesús está ahí…

Al rato de remar y remar Jesús se dirige a ellos y les dice: “Ahora echad las redes…” Entonces Pedro replica: “Hemos estado toda la noche bregando y no hemos sacado nada”… Estoy de acuerdo con Pedro puesto que es pescador de toda la vida y es el que más entiende de pescar. No es lógico echar ahí las redes y menos de día… Pero la lógica de Jesús debe ser otra… Me tomo mi tiempo para darle confianza… Para vivir lo inesperado… Para fiarme de lo que no entiendo…

4. JESÚS Y YO.

Entonces veo que Pedro se fía: “En tu nombre las echaré”… Y de repente notamos que las redes se llenan de peces… Nuestra sorpresa es mayúscula… No nos lo podemos creer de la alegría… Pedimos ayuda… No podemos con todo… Disfrutamos del fruto regalado, del trabajo fructífero… Las caras de duda se disipan, se convierten en caras de alegría y de fiesta… Pedro, que se ha dado cuenta de lo sucedido, se dirige a Jesús: “Vale la pena fiarme de ti… no de mis conocimientos… lo tuyo es lo verdadero” y los demás nos sentimos igual… Estamos superados, impresionados por lo sucedido… Pido aprender a fiarme… Doy gracias de corazón por lo sucedido… Me tomo mi tiempo.

La mirada de Jesús se cruza con la mía, siento que puedo confiar en ella… Comento con Él: “Te agradezco que te fíes de mí, te agradezco cuando te haces presente en mi vida por medio de una voz interior que algunas veces noto que va por nosotros (como la de San Francisco: “Construye mi Iglesia” o la de Ignacio en la Storta ”Quiero que nos sigas”)… Y te doy gracias porque esas vocecitas, esas llamadas, me han sacado de mi monotonía, de mi superficialidad y me han llenado de esperanza»… Le doy gracias de corazón y le pido vivir así conectado con su Vida…

Le sigo contando a Jesús esas corazonadas, esas palabras que de vez en cuando resuenan en mí: “Tú eres mi hijo amado”… “Qué quieres que haga por ti”… “Venid a mi los cansados y agobiados”… “Vamos a arar juntos esta sociedad para que florezca la justicia misericordiosa”… Me siento llamado a rescatar la profundidad de lo humano… Tantas situaciones de desesperanza, de tristeza, de miedo, de odio… Siento su cercanía y su presencia en esas situaciones en las que me siento llamado a colaborar… Le pido poder vivirlas en Su confianza… Me tomo mi tiempo.

5. COLOQUIO.

Lo hago recogiendo lo vivido en la oración… Le cuento lo que más me ha llegado… Lo que parecía que iba para mí… Aquello con lo que más me he identificado… Un texto, una palabra, una imagen… Y le pido algo… O le doy gracias…

Y así termino, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

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